Arte, El pez de vidrio: un símbolo literario hecho realidad

de Corinne de Syon

“Pez de vidrio” es un relato corto de Mayra Santos-Febres con el tema del amor lésbico y un simbólico pez hecho de vidrio. Junto con otras lecturas que hicimos este trimestre, podemos analizar el significado del pez en relación al feminismo y al ecofeminismo. El hecho de que el pez casi se convierte en un personaje propio de la historia revela su representación de mujer y naturaleza en una sociedad patriarcal y explotadora del medioambiente y demuestra que merece una forma física. Por lo tanto, mi proyecto final consistió en recrear el pez de vidrio por el proceso de soldadura. Aquí está la obra terminada:

El pez en “Pez de vidrio” como personaje y símbolo

El cuento se narra en primera persona desde el punto de vista de Juliana, una mujer que entra en un bar lésbico “por curiosidad” (Santos-Febre 16). Una mujer con quién trabaja, sin nombre a lo largo del cuento a pesar de la cantidad de palabras que se le dedican, también está ahí. Aunque son pocas las instancias en que el pez está mencionado, son suficientes para que podemos considerar el pez como personaje en sí.

El pez primero adquiere una presencia física en el cuento. Está introducido cuando ocurre la descripción de la mujer misteriosa a la que está atraída Juliana: “ella seguía sentada, recostada contra el vitral de un pez de vidrios rojos y azules que parecía tragarse toda la luz del recinto, preciosa, con su cara larga y ovalada, como deberían ser las uñas de un centauro, y la melena suelta, riza, semejante a una pubis inmensa” (Santos 16). Cambia en mitad de frase de la descripción del pez hasta la de la mujer. La mujer está inmediatamente sexualizada por la mención de su pelo oscuro en forma de “pubis inmensa”, y el texto evoca también su belleza sobrenatural mencionando el centauro (además, las uñas y su cuidado se consideran femeninos). Conocemos así a la mujer por su apariencia, y el hecho de que sus descripciones aparecen en la misma frase hace que la corporalidad de la mujer se extienda al pez. De hecho, el pez tiene suficiente corporalidad para atraerse “toda la luz del recinto” (Santos 16). Sus colores son además indicativos de elementos que aparecen en la historia: el rojo del deseo sexual y del enojo de Juliana, y el azul del mar (donde viven los peces) y de un huracán (veremos más tarde la conexión entre “Pez de vidrio” y Temporada de huracanes de Fernanda Melchor).

La corporalidad del pez de vidrio es la primera etapa en hacerle personaje, pero también se le atribuye sentimientos que le dan otra capa de carácter. Cuando la mujer decide irse del bar, Juliana la observa besando a otra mujer y yéndose con ella; de repente, “sintió que todo el odio del mundo se le trepaba por las piernas” (Santos 17). Luego, en casa, piensa en “el instante en que ella rajó el aire del bar en dos mitades irreconciliables, tomó a la otra de la mano y salió, dejando al pez de vidrio confundido ante tanta profusión de firmeza” (Santos 18). El pez de vidrio está antropomorfizado porque sentir emociones es muy humano. Ya tiene cuerpo y sentimientos, atributos que respaldan su estatus como personaje de apoyo para Juliana. Refleja la emoción propia de Juliana y, como veremos, es un vehículo para comunicar su deseo sexual.

Finalmente, el pez de vidrio también adquiere un olor, y desde él un simbolismo íntimamente ligado al erotismo lésbico (y al aspecto ecofeminista) de la historia. Al final del cuento, cuando las dos mujeres están de vuelta en la oficina el día siguiente, Juliana “pensó que jamás habría otra forma de entenderse con nadie más que con ella, porque de seguro ella sabía cómo hacer brotar ese olor preciso, ese olor propio, natural y remoto, el olor a pez de vidrio que habita en los senos de todas las mujeres del universo” (Santos-Febre 19). Ese olor misterioso de los senos recuerda la corriente de esencialismo francés de que las mujeres tienen unos “ritmos corporales” que no tienen los hombres (Ostrov 10). Aquí, es un olor sexualizado que refiere a un pasaje de la página anterior: “por accidente reposó las manos unos segundos sobre sus senos, senos firmes y trigueños como los de ella, senos que también olían a algo remoto que nunca tiene el nombre adecuado” (Santos 18). El acontecimiento de la masturbación se apoya entonces sobre el color rojo del pez simbólico de la pasión y del deseo. La palabra “remota” se repite y “natural” aparece también; juntos, evocan un lejano lago cristalino donde los peces nadan tranquilamente, es decir, el color azul del pez. Es un lugar utópico donde ella puede “entenderse con nadie más que ella” y donde, sin la sociedad ni los “pendejos” de su trabajo (Santos 19), el cuerpo de la mujer puede “hacer brotar ese olor preciso” (19) en Juliana. El pez simboliza, en sumo, un mundo tranquilo donde la pasión y el amor lésbico y la naturaleza coexisten sin problemas.

La fabricación del pez de vidrio: ¿creación femenina?

Helène Cixous dice que “woman must write herself: must write about women and bring women to writing, from which they have been driven away as violently” (Cixous 875). Al crear el pez de vidrio y escribir esta reflexión, he creado algo que tiene belleza estética, valores del ecofeminismo y un esfuerzo artístico de intentar algo nuevo. La creación femenina es tanto un nuevo concepto para mí como es la soldadura. Los argumentos de Helène Cixous y otras teóricas feministas defensoras de literatura femenina chocan con mi opinión de que la creación es sobre todo humana, sin género. Pero al recoger piezas de cristal sucio, limpiarlas y soldarlas con mis propias manos, he podido ver cómo se caracteriza como femenina una creación desde el cuerpo. También es importante destacar que fue una mujer quien me enseñó a soldar, porque ese conocimiento oral, intelectual y táctil fue indispensable para que pudiera completar la obra. Por ser un acto de creación totalmente realizado en la esfera de la intelectualidad femenina (desde las palabras del cuento escrito por una mujer hasta la enseñanza de la soldadura), puedo decir que me he involucrado en la tradición reclamada por Cixous que las mujeres se empoderan por tomar el control de su propia narrativa. La soldadura es históricamente una forma masculina de creación, evocando el imaginario del metal, del fuego y del riesgo en la creación de armas para soldados en guerra. El proceso de crear este pez participa en romper ese estereotipo y crear un espacio nuevo y femenino, en el que todas las mujeres que participaron –indirectamente o directamente– puedan alzar sus voces.

¿Es el pez realmente un símbolo feminista?

Hemos analizado el pez como símbolo de liberación con el poder de imaginar a otro mundo ecofeminista. Pero, aunque hemos considerado el pez como personaje, no es un personaje que evolucione, actúe o piense por sí mismo. Está pegado a la pared, colocado ahí como decoración. Sirve para ser visto y disfrutado, lo que recuerda el rol de imágenes pornográficas de mujeres. El pez carece del poder de hablar (aunque sería alarmante si podía) y hasta las emociones de Juliana le son impuestas. Su olor, literalmente, no le pertenece: no es un olor a vidrio, ni a pez, sino a los senos de una mujer. Siempre está descrito en relación a un humano, y esta relación es representativa de 1) el lugar tradicional de la mujer en relación a los hombres (subordinada y secundaria) y 2) cómo la naturaleza está vista y disfrutada por los humanos pero no cuidada, y hasta explotada y sistemáticamente destruida. Con estas consideraciones, no estoy convencida de que el pez simboliza tanta liberación como quería, pero la historia principal de un amor lésbico naciente queda sólida.

La naturaleza tridimensional de mi pez de cristal fue un accidente artístico, ya que era la primera vez que soldaba. Sin embargo, las subidas y las bajadas del cuerpo también se debieron a las formas del vidrio que recogí en Promontory Point y el parque Montrose, que eran restos de botellas tiradas sin cuidado (un ejemplo de humanos disfrutando de la naturaleza, pero no cuidándola). El cristal está curvado para facilitar la manipulación humana de la botella, y esa priorización del placer humano (sobre todo masculino, si tenemos en cuenta que se trata de botellas de cerveza y que la cerveza suele considerarse una bebida masculina) se añadió a mis dificultades y a otras implicaciones ecológicas y de género. Se dice que los hombres rompen y las mujeres arreglan, y por mucho que no quiera caer en ese estereotipo, me resulta útil para describir a mi obra en términos de desigualdad de género.

El huracán de Melchor y el pez de Santos-Febre

Juliana dice que “creyó descansar de la vorágine unos segundos antes del amanecer” (Santos 18) sobre el ciclo de emociones que le provocó la mujer. La palabra “vorágine” evoca tanto el mar, el hogar del pez de lo que hemos estado hablando, como la novela Temporada de huracanes de Fernanda Melchor. El dolor emocional y físico provocado por el ciclo de violencia contra las mujeres en esa novela es mucho más grave que las emociones celosas y ansiosas de este relato corto, pero los obstáculos que superan cada personaje muestran la fuerza y la lucha que se necesitan para sobrevivir a las estructuras que oprimen a las mujeres. Si tomamos el pez para representar a una mujer, el océano es entonces la sociedad; un mar calmo servirá bien al pez, que sobrevivirá y prosperará en su entorno. Pero si hay huracanes, que son literalmente cada vez más frecuentes con el cambio climático (y huracanes simbólicos como leyes y medidas sexistas contra los derechos de las mujeres como el aborto), el mar se agita con gran fuerza, borrando cualquier sensación de seguridad o futuro seguro. Es nuestro trabajo dedicarnos a calmar el océano lo mejor que podamos, por el bien de todos.

Obras citadas

Cixous, Hélène, et al. “The Laugh of the Medusa.” Signs, vol. 1, no. 4, 1976, pp. 875-893. The University of Chicago Press, https://www.jstor.org/stable/3173239.

Ostrov, Andrea. “Prólogo.” El género al bies: cuerpo, género y escritura en cinco narradoras latinoamericanas, Alción Editora, 2004, pp. 9-13.

Santos-Febre, Mayra. “Pez de vidrio.” Pez de vidrio, Letras de Oro, 1995.