Revista Væranda

Ganesh Mejia Ospina

This piece was written after discussions in the class “Curso de redacción académica para hablantes nativos” taught by Lidwina van den Hout

La mayoría de los autores latinoamericano están consternados perpetuamente por las desdichas de su país. Una gran porción de la escritura que redactan es de algún modo una meditación de estas desdichas. Se ve presente este fenómeno en los cuentos acerca de dictadores y demagogos. Se ve presente también en las novelas de guerra, de opresión, de desubicación de identidad nacional. Por ejemplo, Gabriel García Márquez, en su magnum opus Cien años de soledad, escribe en gran parte para resaltar las desdichas de Colombia.

Pero este ensayo no va a abordar ni Cien años de soledad ni la desdicha en la literatura latinoamericana en general. Quisiera evitar un posible naufragio en este amplísimo tema. Prefiero enfocarme en un problema más específico, concerniente a la desdicha en la literatura latinoamericana que se encuentra en el título de Cien años de soledad. La palabra soledad aparece más veces como tema en el trabajo de Gabriel García Márquez. Su discurso Nobel se titula: “La soledad de América Latina”. Esta palabra aparece también en el trabajo de Octavio Paz en su libro El laberinto de la soledad, específicamente en el capítulo “Hijos de la Malinche”, donde Paz resalta las desdichas de su México. No es coincidencia que dos grandes autores latinoamericanos evoquen el tema de la soledad para describir a sus países. Con gran emoción, los dos hombres de clase alta/media alta describen un estado infernal de soledad. En el caso del discurso Nobel, Gabriel García Márquez generaliza a toda América Latina bajo un gran estado de soledad. No en el sentido de que los latinoamericanos están socialmente solos, sino que la situación nacional desgastadora y las relaciones de inferioridad con el mundo exterior engendran el continente a un estado de soledad por un sentimiento de rechazo. En el caso de Octavio Paz, se concentra en sus compatriotas mexicanos y en sus identidades personales. Paz condena a los mexicanos a un estado patético de cobardía solitaria. El mexicano en un estado liminal entre chingado y chingón se encuentra solo por carecer una identidad robusta con la que se pueda identificar. Es, como la soledad que describe García Márquez, una soledad más abstracta que simplemente estar sin compañía. Pero hay un problema serio con las dos ideas. Habitan un entorno separado de la realidad de la mayoría sobre los cuales escriben. Fallan las dos ideas en reconocer que hay personas más solas que otras en Latinoamérica, solas en el sentido abstracto de los dos autores. Al leer a estos dos grandes autores, se puede pensar que prescriben un problema de manera muy acertada. Pero la prescripción en realidad es más compleja. El error de los dos autores emerge de un racismo y un clasismo sutil en Latinoamérica, pero que una vez notados, son fácilmente palpables.

Es muy fácil cometer el error de entender a América Latina como una especie de adolecente basada en estas ideas de la soledad. Como si América Latina fuese análoga a algo verde e inmaduro, pero con el potencial de crecer en un adulto capaz. El adolecente está solo, un vago solo deambulando por la vida. Al intentar crecer, desarrollarse, el vago vaga dentro de sí. Es un estado en el cual no se halla un remedio fácil ¿A quién le hace caso para cambiar: a sus progenitores, análogo a los indígenas,  o a las nuevas ideas, análogo a los españoles, que lo colonizan? ¿Es Chingado o es Chingón?. Todo Latinoamérica, nos dicen Márquez, y todo México, nos dice Paz, sufre de este fenómeno.

El problema es que hay gente en Latinoamérica más sola que otra. Hay soledades peores que otras. Es algo que ni Paz ni García Márquez discuten. Durante el discurso Nobel, Gacía Márquez habla de soledad en términos de ´´nosotros´´. ´´Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad…Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad. ́ ́[1] Uno pensaría que siendo comunista, siendo empático de las desventajas del proletario, García Márquez habría reconocido que su soledad no es comparable con la de otros que están en peor desventaja. Gabriel García Márquez es de clase media alta en Colombia, es blanco, y es hombre. Tuvo la oportunidad de ir a París, de ir a la universidad en Bogotá, y de trabajar en El Espectador, una de las agencias de noticias más prestigiosas del país. No niego que García Márquez se sienta solo. Es latinoamericano, ha estado escrito en su porvenir desde que nació. Pero la soledad de un indígena en La Guajira, un residente del Chocó, o un barrio marginal de Bogotá como Cazucá es sustancialmente más aguda. En los dos casos, ́ ́la opresión, el saqueo y el abandono ́ ́[2] son más fuertes que como las sintió el privilegiado García Márquez.

Algo semejante ocurre en el caso de Paz, quien define la soledad como la incapacidad de encontrar el equilibrio entre ser Chingado y Chingón. El mexicano falla en establecer una conexión con ambas y en sus estado liminal se encuentra solo[3]. ¿Pero no hay mexicanos más oprimidos que otros? Una persona como Paz, que es de clase alta, blanco, hombre, de familia importante y de estatus socioeconómico privilegiado tiene el privilegio de intentar apaciguar la confusión que es su identidad. Muchos no comparten ese privilegio. Muchos son perseguidos no solo por la desubicación de su identidad personal sino también oprimidos por ser pobres en un sistema que no les favorece. Entiendo la plausibilidad del acto crítico de Paz, de pensar que todo mexicano es cobarde. Pero no estoy seguro que se les pueda echar la culpa a todos por negligentes. Es una crítica injusta siendo que lo que muchos intentan es el simple acto de sobrevivir con lo básico. De parte de los dos autores hay una aparente ingenuidad que parece ser fruto del privilegio de ambos que no les permite percibir el estado de aún más desdicha de otros latinoamericanos con menos privilegio.

Si alguien con privilegio va a teorizar sobre el pueblo, y ese pueblo es cualquier pueblo de casi todo el mundo, es necesario entender que hay desigualdad racial y socioeconómica. Los dos autores fallan en problematizar este punto en sus obras. Sí, deberíamos criticar a los países de primer mundo, como lo hace García Márquez en su discurso. Sí, deberíamos criticar a los mexicanos por cobardes. Pero también deberíamos criticar a los que viven como si fueran del primer mundo en Latinoamérica, y no se dan cuenta de que son de Primer mundo. A los que, como García Márquez y Paz, no entienden que algunos son más solos que otros, y más cobardes que otros. Ya en finales de este ensayo es desafortunado que dos autores tan potentes y tan importantes no hayan podido problematizar algo tan esencial a Latinoamérica. Es un error que en realidad he visto cometido mil veces por personas con afluencia. Es como si la desigualdad fuese una realidad opaca, algo sutil, como mencione en la introducción. Es otra desdicha de Latinoamérica en una lista que se vuelve más y más abrumadora y que la destierra a una soledad inmutable.

[1] García Márquez, Gabriel. (1982) La soledad de América Latina. Discurso de aceptación del Premio Nobel

[2] Márquez, pg 4

[3] Paz, Octavio. (1950) IV “Los hijos de la Malinche”,  pp. 202-227. En: El laberinto de la soledad. Madrid: Cátedra, 1993

 

Ganesh Mejia-Ospina

Ganesh Mejia-Ospina

Hola, mi nombre es Ganesh Mejia Ospina. Soy un estudiante de pregrado en la Universidad de Chicago. Nací en Colombia, y a los 3 años me fui con mis papás a los Estados Unidos. Una de las metas más importantes en mi vida es mantener y fortalecer mi español. Gracias a la clase de la profesora van de Hout-Huijben para hablantes nativos, pude acercarme a esa meta y aprender en cantidades abundantes sobre la historia y la literatura latinoamericana.